Regionales

Una afrenta a la República y una deshonra para el Congreso de la Nación

Por Jorge Francisco Chialva (abogado)

por REDACCIÓN CHUBUT 07/12/2025 - 00.09.hs

Lamentablemente los argentinos acabamos de ser espectadores de una deplorable vergüenza ajena, ante la patética y ridícula actitud de un grupo de legisladores nacionales que al asumir sus cargos no entendieron ni siquiera dónde estaban, qué representaban, ni cuál era su rol en la sesión especial en que se procedía a su incorporación al Congreso de la Nación.

 

Sin duda fue lamentable su inconducta, que por cierto puso al descubierto lo limitado de su educación y su inocultable torpeza. Pues llegaron sin siquiera saber ni medir la naturaleza y magnitud del acto que los tendría como protagonistas.

 

No trepidaron en lanzar improperios, vociferando denuestos, y haciendo alusiones impropias y ajenas al acto, dejando al descubierto su supina ignorancia al pretender un juramento que no solo no es el apropiado, sino que además se aparta decididamente del artículo 67 de la Constitución de la Nación. O sea que dieron inicio a su mandato vulnerando un principio de la Ley Suprema, que tiene establecido que «los senadores y diputados prestarán, en el acto de su incorporación, juramento de desempeñar debidamente el cargo y de obrar en todo en conformidad a lo que prescribe esta Constitución».

 

Por lo que cualquier agregado era y es improcedente e inadmisible. Y también irrespetuoso para la Constitución misma y a todas luces contrario a los principios republicanos.

 

En los años ochenta, con la recuperación de la Democracia, el Maestro Carlos Nino -en su célebre obra que titulase «Un país al margen de la ley»- nos mostró el lado oscuro de muchos argentinos que parecen disfrutar al vivir violentando las leyes. Y ahora, quienes se supone que deben ejercer el Poder Legislativo, nos han mostrado que quieren vivir «al margen de la Constitución». Haciendo así gala de una supuesta superación, que en realidad implica un vergonzante retroceso.

 

Dejando al descubierto que aún no han entendido que en la Democracia se debe actuar buscando las coincidencias y tratando de superar o bien disminuir las disidencias. Debatiendo con grandeza y respetando al adversario. Luchando inclusive para que quien es nuestro rival pueda expresar con amplitud lo suyo.

 

Me pregunto, que enseñanza le dejaron a nuestros hijos y nietos en la triste jornada en que asumieron actitudes impropias de la República, transformando su asunción en un hecho bochornoso, sustentado en la procacidad y en la descalificación.

 

Así como es inaceptable que desde el Poder Ejecutivo se insulte, denigre y ataque con malicia a quienes no piensan como los que detentan el Gobierno, es francamente deplorable que desde el Congreso de la Nación cierta oposición utilice un acto institucional para vociferar insultos con un tono que encierra un odio destructivo, desvirtuando así el juramento que exige nuestra Ley Fundamental.

 

Como se nos enseñara, argentinos a las cosas. Terminemos con los enfrentamientos inútiles, dejemos de expandir nuestras ideas con discursos plagados de una agresividad sin límites. Ajustemos nuestro accionar a los principios republicanos, comenzando con nuestro respeto hacia los órganos de la Constitución. Busquemos lo que nos une, sin renunciar a nuestras ideas.

 

Pero nunca abandonemos el respeto por la Constitución de la Nación. Pues ese sería el comienzo de la regresión hacia los tiempos de la anarquía. El no entender que luego de Caseros y Pavón, con la consiguiente reincorporación de la Provincia de Buenos Aires, la Argentina inició finalmente su integración y marcha definitiva por la vía constitucional.

 

Aceptemos y respetemos la institucionalidad. Que el nuestro no siga siendo un país al margen de la ley. Comprendamos que lo que importa es la convivencia en el marco de la discrepancia, con tolerancia. Cesemos en los exabruptos desmedidos y demos así el ejemplo a nuestros jóvenes, que mañana serán los que nos sucederán y gobernaran. Que no crezcan entre insultos, agresiones e irrespetuosidad. Guardemos respeto por el Congreso de la Nación y por el Poder Ejecutivo. Solo así lograremos que quienes lleguen a ellos nos respeten a los ciudadanos.

 

Necesitamos una Lección de Civismo, que ponga fin a este triste teatro de riñas, insultos, descalificaciones munidas de un vocabulario soez y ataques que ponen de manifiesto odios inconducentes. Y que quienes se suponen nuestros representantes comiencen a entender que la República solo es posible cuando se destierran los odios y se impone el respeto por el adversario. Cuando se practica el juego democrático, enfrentando a los adversarios, sin catalogarlos como enemigos.

 

Aprendamos de la triste imagen y del deplorable espectáculo que dieron esos pretensos representantes, que avergonzaron a la Argentina y a los argentinos una tarde que es mejor enterrar para siempre. Las generaciones que nos sucedan han de valorar ese paso positivo, que nos ha de llevar a una Democracia madura, en la que más allá de las lógicas y naturales diferencias los enfrentamientos se diriman dentro del civismo, con respeto mutuo.
 

 

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